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El Atlético y la matemática del caos

Dice un bonito azulejo instalado junto a la puerta principal de la plaza de toros de El Puerto de Santa María: "El que no ha visto una tarde de toros en El Puerto, no sabe lo que es una tarde de toros." Lo firma Joselito. Con la misma certeza se puede afirmar que quien no ha visto una tarde de fútbol en el Calderón, no sabe lo que es una tarde de fútbol. Yo hace tiempo que no iba, lo confieso. La tele le hace a uno comodón. En ese sentido tengo que agradecerle a Del Nido su terquedad, y al Kun Agüero su condición de novedad ilusionante, esa rara capacidad para ofrecer algo más, algo que no se ve en otra parte.

El primer mérito es llegar, les advierto, tan castigada como tiene la zona Gallardón con sus grúas. Y el último mérito es salir, que resulta igual de difícil. Pero la verdadera experiencia está dentro, en el bullicio singular de sus gradas, en el ejercicio único de fe de su afición, en la desigual respuesta del equipo, que alterna muletazos de cartel con bochornosas tomas del olivo. Lo mismo ves a Agüero sacar un conejo de la chistera que te viene la idea de que lo de Seitaridis es un caso claro de suplantación. Leo Franco y Torres le dan un perfil serio al equipo, Maxi mete los goles, y el resto es matemática del caos.

El mejor fútbol lo hizo el Sevilla, con un orden impecable, pero la costumbre de su defensa de jugar al límite le acabó por costar dos expulsiones. Y todavía contra nueve, al Atlético le costó. Y mucho. Le costó porque no tiene armador de juego y sin eso todo lo demás no encaja. Pero lo consiguió, en medio de un fragor de tormenta, la alegría desatada de esa afición que siempre espera y tan pocas veces recibe. Esta vez el equipo se ha quedado corto en un organizador de juego, y bien que se nota. Al salir del campo, la gente lo comentaba. ¿Y si Maniche...? El derby ya está ahí. Ese día lo sabremos.