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Una cosa es aburrir y otra es irritar

Una cosa es aburrir y otra es irritar. Y el Madrid acabó por irritar al público del Carranza, que le esperaba con los brazos abiertos. Este es un trofeo singular por el ambiente del que le arropa la ciudad, una ciudad sin feria taurina y que proyecta en su Trofeo Carranza el aire festivo que correspondería a aquella. Entusiasmo en la calle, charangas taurinas (del Gato Montés a Paquito Chocolatero), felicidad en los rostros. El Carranza ha pasado malos tiempos, se llegó incluso a temer su desaparición, pero esta vez renacía. Volvía el Madrid, nada menos, después de tantos. Otra vez el gran Carranza.

Pero el Madrid ha pegado el gatillazo. Hace algunas semanas escribí que al Madrid no le iba a venir mal una pasadita por Capello, pero ya me estoy arrepintiendo. Porque esa pasadita está consistiendo en el frío exterminio de todo lo que suene a ordenador de juego, la recluta a toda costa de jugadores de quite y pierna fuerte, el balonazo arriba y la prohibición de la fantasía. A cambio no se ven las ganancias. Ante el Betis, el Madrid encajó tres goles por despistes monumentales. Ante el Villarreal pecó de indolencia. Despistes e indolencia, los dos pecados del Madrid Galáctico. Siguen los pecados, faltan las virtudes.

Desde que llegó, Capello ha ido retrasando o eliminando el interés por los fichajes con encanto (Kaká, Cesc, Robben, Reyes) estableciendo otras prioridades, que se han atendido. Ahora la nueva prioridad es otro central, porque prefiere a Sergio Ramos de lateral. Bueno, ¿y qué esperaba usted? me podrán preguntar. Pues esperaba que Calderón le convenciera de que se trataba de fortalecer el equipo, de añadirle garantías, pero sin eliminar el encanto. Porque ese fútbol de balonazo y tentetieso sólo se soporta si tu equipo gana. Si no gana provoca irritación. ¡Bien que se vio en el Carranza!