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Por una mejor cultura del atletismo

El atletismo asalta nuestro ocio veraniego desde Gotemburgo. Llama la atención el permanente llenazo del colosal estadio, el ambiente fenomenal con que se disfruta allí este deporte. Suecia, Finlandia, Alemania... El atletismo es flor de la Europa fría. Aquí, sin embargo, lo vemos con un flojo interés. Busco en la pantalla tonos rojos y apenas veo el pequeño grupo de la familia de Pentinel. Es inevitable la comparación con las enormes masas que acudían a la llamada de una desilusión anunciada a los campos alemanes, hace apenas un mes, al reclamo de la selección de Luis. El atletismo merece más.

En nuestro país, este deporte básico, origen de todo impulso deportivo, es cosa de unos cuantos clubes, de unos pocos benditos enloquecidos. En tal o cual sitio hay un profeta que con su entusiasmo crea en su entorno una pequeña llama y de esos rincones van saliendo nuestros atletas. Pero falta un impulso que extienda el atletismo a la sociedad, que lo implante en los colegios (muchos niños acaban su vida escolar sin ser tentados a practicarlo), que lo instale de verdad como algo cotidiano, del mismo modo que lo son entre nosotros el fútbol y el baloncesto. Bastaría con una discreta inversión.

Odriozola tiene en marcha un plan desde hace algún tiempo,Juega al Atletismo, dándole un aire de gincana que lo haga más divertido y aficione a los niños. Pero la competencia en la promoción del deporte es de las comunidades autónomas y muchas prefieren gastar en estadios, en cemento, que en la extensión del deporte. Y esos estadios no se van a ocupar nunca si antes ese deporte no se mete en la entraña de la sociedad. Se gasta una barbaridad en recintos que sirven para un solo fasto y los niños pasan su vida sin que nadie les proponga que prueben alguna de las especialidades del deporte rey.