NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El largo camino de la lucha antidoping

Cada día me asombra más la resitencia en algunos sectores y en algunas personas a admitir que el doping ya es inviable, que la sociedad moderna lo rechaza, que las legislaciones se endurecen, que las mentiras de siempre ya no cuelan. Los más retrasados en comprenderlo serán los mayores perjudicados. Ayer La Gazzetta daba un testimonio. El testigo, cuyo nombre no se desvela, es un arrepentido a medias. Dice que se ha dopado, cuénta cómo, pero lanza un mensaje venenoso:"No se puede ganar el Giro sin doparse". Pues sí, se podrá: cuando ninguno se dope. Y ese día va a llegar, más pronto que tarde.

El autor de la deposición se escuda en la dureza del ciclismo, excusa que ha llevado a este deporte hasta donde está. Pero el que se dopa lo hace para llegar antes, lo mismo en veintiuna etapas que en cien metros lisos, como Gatlin, o como Johnson. El que se dopa lo hace porque ha caído en manos de un médico listo, pero listo de verdad, que le saca el dinero y no da la cara, y que si le pillan dice si te he visto no me acuerdo. Los contaminados tienen para con sus médicos el mismo reverente temor que las explotadas tienen a sus chulos. O más. Cuesta todavía más que los denuncien. Cualquier cosa antes que eso.

Cualquier cosa. Landis dice que se tomó dos cervezas y cuatro whiskys (caray) en lugar de decirnos de una santa vez qué médico le dio qué cosa. Más asombroso aún: Lamikiz, con Padilla al lado, arremetió contra Lissavetzky, que en el caso Gurpegi no tiene arte ni parte. Cuando salió el positivo y el asunto recorrió la justicia deportiva, Lissavetzky no estaba. Gobernaba el PP y el secretario de Estado era Gómez Angulo. Cuando llegó Lissavetztky, el caso ya estaba en la justicia ordinaria, en todas cuyas instancias ha perdido. ¿A qué ese arrebato? ¿No sería mejor exigirle responsabilidades a Padilla?