Entre Le Creusot y Montceau-les-Mines

Entre Le Creusot y Montceau-les-Mines

Dice Sastre que fue cosa suya lo de no perseguir anteayer a Landis. No sé si será verdad, no sé si prefiero que sea verdad, pero tengo la impresión de que Sastre ha perdido el Tour dos veces. La primera, cuando dejó que la escapada de Montélimar alcanzara aquellas dimensiones desproporcionadas. La segunda, cuando permitió que Landis se metiera otra vez en el podio, después de haberse despeñado en La Toussouire. ¿Se equivocó una de las veces, las dos o ninguna? ¿Se equivocó él o se equivocó Riis, al que ahora querría salvar? No lo sé. La respuesta la tendremos hoy, entre Le Creusot y Montceau-les-Mines.

Sastre habría sido el mejor y más regular corredor de este Tour, según los criterios clásicos. Nunca ha desfallecido, siempre ha estado ahí, nadie le ha derrotado. Pero o él o su equipo han permitido dos estropicios que hoy le tienen entre dos fuegos. Debe remontarle doce segundos a Pereiro y a su vez mantener dieciocho sobre Landis. Una y otra cosa son difíciles, las dos juntas más, aunque se puedan lograr con el mismo esfuerzo. Me da lástima. Demasiadas veces pienso que en ciclismo vale aquel proverbio persa. "Dime lo que deseas, pero que sepas a tu vecino le daré el doble". "Que yo me quede tuerto".

Tuerto uno, ciego el otro... ¿Así quedarán hoy Sastre y Pereiro? De lo que no hay duda es de que ambos están en manos de Landis, el menonita pelirrojo de la escapada a lo Coppi que le hizo acreedor al premio que la estupidez del CSC (y del T-Mobile) le ponen en bandeja. En todo caso, bienvenido sea este final, en el que tres tipos y tres bicis dirimen esta hermosa prueba deportiva en 57 kilómetros, ya sin trampa ni cartón, sin tácticas ni reservas, a corazón abierto, cada cual solo con su esfuerzo, su mirada obsesiva en el asfalto, su convicción de que más allá no hay nada. París bien vale ese esfuerzo.