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Fórmula 1 con Alonso y De la Rosa

Hoy la televisión nos reclama desde Magny-Cours, donde la Fórmula 1 desgrana una nueva carrera. Territorio Renault, territorio Michelin. Así que territorio Alonso también, aunque ya sabemos que le espera un apretado final de campeonato con Schumacher. Jugarse las judías con este no es lo mismo que jugárselas con Raikkonen. El finlandés daba dos de cal y una de arena, así que el ten con ten final fue más llevadero. Pero Schumacher no es así. No comete disparates. No da facilidades. No pierde en una carrera lo que ha ganado en las dos anteriores. Va a ser un final apasionante.

Y con la novedad de que tengamos ahí a De la Rosa. Eso me produce una satisfacción íntima, porque todos hemos sentido en el fondo del corazón la falta de oportunidades de este piloto. Cuestión de suerte, cuestión de caer en gracia, cuestión de eso de que más vale llegar a tiempo que rondar cien veces. El caso es que ahí hay un gran piloto, como se nota por sus tiempos en las tandas de prueba, como se vio en la carrera de Bahrain la temporada pasada. Un gran piloto con pocas oportunidades de verdad. Ahora tiene otra, por la fuga intempestiva del imprevisible Montoya. Y todos nos alegramos.

Y eso que en algo salimos perdiendo. Lo digo porque así como Alonso ha sido el hombre que ha sentado a España ante el televisor para ver la Fórmula 1, Pedro de la Rosa ha sido el que nos ha enseñado los intríngulis de este deporte. La calidad, profundidad y claridad de sus comentarios han hecho, para mi gusto, historia en la televisión deportiva. Gracias a él hemos podido sacarle la punta a un deporte difícil de seguir para los profanos. Ahora perdemos su voz en nuestro oído, pero tendremos su conducción ante nuestra vista. Y hasta podemos soñar con una pareja española en McLaren el año que viene...