Pasta, pizza e mandolino, ¡a Berlino!

Pasta, pizza e mandolino, ¡a Berlino!

Italia respira Mundial. Cada noticia que llega desde Alemania, por insustancial que parezca, es celebrada en las calles como un gol. Suenan las bocinas de los coches y ondean las banderas en balcones y plazas. Así sucedió cuando la RAI informó que Italia vestirá de azul en la final de Berlín. La fiesta mayor será en la plaza de España, en Roma, la del Duomo, en Milán, y la de la República, en Turín. El vicealcalde de Milán, Riccardo DeCorato, avanzó la posibilidad de abrir las puertas de San Siro, pero habrá que negociar con los organizadores del concierto de los Rolling Stones, que no están por la labor.

Diarios como La Gazzetta dello Sport invitan a sus lectores a mandar sms de apoyo a la squadra azzurra. La imaginación popular no tiene límites. Los hay en verso: "Pasta, pizza e mandolino... tutti a Berlino"; otros con doble sentido político-deportivo: "Prodi, no busques más: Cannavaro, ministro de Defensa" y reivindicativos: "Lo que estropeó Moggi lo arreglará Lippi". Con esta euforia incluso se habla de una amnistía en el calcio si los azzurri salen campeones del mundo. Al fin y al cabo, la final del Mundial es casi la Juve contra la Juve...

Italia recuerda ahora que ganó el oro olímpico precisamente en Berlín, en 1936, con Pozzo como entrenador. Que allí llegó también su primera medalla femenina, la que ganó la atleta Ondina Valla. Se acuerdan más de ellos que de los cuatro oros de Owens que enfurecieron a Hitler. La ocasión es única, tanto que se espera superar la barrera de los 30 millones de telespectadores.