Vuelve Brasil, que el primer día decepcionó seriamente. Suspenso a Parreira. Es difícil conseguir que tanta suma de talento dé un resultado tan flojo. El equipo tiene varios genios capaces de marcar en cualquier momento (uno de ellos lo hizo, Kaká, y eso fue todo) pero no tiene juego, no tiene funcionamiento. Así que todo es una sosería alterada cada mucho por algún destello. De Kaká, de Ronaldinho, de Roberto Carlos... ¿De Adriano o de Ronaldo...? Pues no. A los dos se les vio hechos una lástima. Pero las lupas se vuelcan sobre Ronaldo, porque aún se le considera el verdadero astro de esta Selección.

Y sobre él surgen las dudas. ¿Cuánto queda de Ronaldo? Parreira va a insistir en él, y anuncia que, aunque hoy pinche de nuevo, repetirá ante Japón. Eso es que él confía, y lo tiene más cerca que nadie. Pero hace tiempo que Ronaldo no nos pone los pelos de punta, como solía. La lesiones, que se han ido sucediendo las unas a las otras. Cierta pérdida de su gran poder de arrancada. Esa condición suya de deportista excepcional, de velocista feroz, no la ha cuidado, y ya le esté abandonando. Y él se apoya mucho en eso, porque tras la lesión gravísima de su rodilla redujo mucho su juego a la línea recta.

Y hay algo más, indisimulable: a Ronaldo le pesa mucho Brasil. Ese aire de feliz desenfado con el que se le ve en el Madrid se convierte en Brasil en un sentimiento abrumador de responsabilidad. De ahí la crisis en vísperas de la final de Francia, y esta que ha sufrido. ¿Y en Tokio? Allí venía de una lesión de rodilla, se estaba recuperando, no se sentía tan obligado. Ahora sí, y encima sus vísperas se han complicado con el problema con Lula y una inoportuna aunque breve caída en cama. Pero todo eso junto no es nada que no se cure con un gol. Y en cuanto marque uno, vendrán seguidos otros más. Y el record.