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España pegó el gran zapatazo

¡Qué tarde! Bajo un calor como el de Córdoba, con veinte mil hinchas en las gradas y un equipo que lo bordó. España pegó el gran zapatazo en un Mundial en el que las grandes dejan dudas por falta de continuidad, como Argentina, por falta de juego, como Brasil, por falta de generosidad, como Italia... En un Mundial que esperaba el fulgor de un gran equipo, España sentó sus reales. Con un juego mandón, firme atrás, bien masticado en el medio y con velocidad y pegada arriba. Un partido para creer y para disfrutar como no disfrutábamos desde aquella tarde de Querétaro en México y en el aún más lejano 1986.

Hubo suerte, dirán. Sí, quizá. El gol entró pronto y repitió enseguida. La suerte existe, pero hay que buscarla, porque no aparece por sí sola. Por sí sola, si no se pone de la propia parte, lo que aparece es la mala suerte. La buena la encuentran los que la merecen, los que hacen las cosas bien, y este equipo está bien hecho porque responde a una idea y porque los jugadores creen en esa idea tanto como en el entrenador que la propone y en la conveniencia de seguir por el camino que traza. El premio es un gran partido, en el que el rival no existió y en el que la superioridad española fue goteando goles por lógica futbolística.

Hasta el cuarto, que fue el premio mayor. No recuerdo un gol tan bonito de la Selección en mi vida, con el arranque de Puyol y el remate rabioso de Torres, que me hizo pensar las cosas que mi padre me contaba de Lángara. Fue un final perfecto. Senna y Pernía, los recién llegados, estuvieron en el origen de los dos primeros goles. Raúl y Albelda recibieron sus minutos en gesto de sensibilidad a sus trayectorias, y Xavi y Xabi consagrados con el mando sobre el equipo. Un arranque que augura un gran Mundial, que tanto deseamos, que tanto hace que no tenemos y que tanto necesita España en estos días...