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Alonso, furtivo en su propio su país

Estamos ante un gran espectáculo: 35.000 seguidores en los entrenamientos del jueves, 75.000 en los del viernes, 115.000 en los de ayer, 132.000, la capacidad completa del circuito, para la carrera de hoy. Es la Fórmula 1 a revientacalderas, una de las cumbres del deporte mundial, y que cuando llega a nuestro suelo cobra el interés añadido de que uno de los nuestros es el vigente campeón del mundo, Alonso, y el líder y por tanto favorito en la clasificación de este año. Y además los Ferrari han vuelto con todas las de la ley, y seguimos con un ojo puesto en Raikkonen. Todo eso debería hacer feliz a Alonso, el héroe.

Pero no lo está, y es una lástima. Cada vez que llega a España se tiene que mover como un furtivo, cosa que fuera no le ocurre. A su natural, sencillo y un poquito desconfiado, le repugna esa situación de verse perseguido por cuatro motos y dos coches cuando sale a cualquier acto publicitario, o a cualquier cena personal. Pero es que las televisiones españolas han desarrollado una enorme industria de prensa rosa, un aparato grande que necesita mucho carbón para alimentarse. La tradicional aristocracia de la ingle ya no basta. Se crean nuevos personajes en programas específicos. Pero tampoco llega.

Y la ola llega al deporte. Los jugadores del Madrid lo han sufrido mucho, ahora le toca a Alonso, que sale con una cantante, lo que hace a la pareja pieza de caza mayor. Alonso, como tantos otros, entiende que su condición de personaje público empieza y termina en su actividad deportiva y pide respeto. Pero respetar no es justamente la vocación de quienes se dedican a esa actividad, por otro lado legal, que colma la curiosidad entre ingenua y morbosa de millones de personas. Es triste, pero es así. Alonso nos da alegrías cada dos domingos pero cuando aparece por aquí le amargamos la vida.