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Ejemplo de cómo no manejar una crisis

Estamos a cinco días vista del final oficial de la Liga, pero aún no se conocen los detalles. Aquí debajo tienen las distintas opciones que se manejan, todas bastante malas. Me figuro que se trata de decidir cuál es la peor de ellas, para elegirla. Porque todo lo que ha ocurrido desde que cayó la granizada en el Sánchez Pizjuán parece haber sido urdido para que la situación se complicara más. Desde el abandono de las posibilidades de jugar el partido (que se podía haber jugado con hora y media de retraso) hasta el desafío de la LFP a las directrices de la FIFA, todo lo que se ha hecho ha sido de una insensatez supina.

Lo que pasó fue mala suerte, es cierto. Cayó fuerte en Sevilla, que no es normal. Estábamos en vísperas de partidos de vuelta de semifinales europeas de los dos contendientes, lo que tampoco es normal, y eso les animó tomarse la noche libre. Teixeira, tan cabezota el día que se encanutó con que el Betis no vistiera de blanquiverde ante el Sevilla, se achicó en esta ocasión. Esa suma de circunstancias creó un globo que ahora estalla. Se pudo haber pinchado si la semana pasada hubieran jugado tres partidos Sevilla y Barça, que había días, pero no se hizo en atención a sus finales. Ahora no hay remedio.

Sobre todo no hay remedio porque a esa suma de casualidades confluyen dos efectos viciosos. El primero, que la Federación y la LFP carecen, cada una por su lado, de autoridad moral. Y segundo, que les importa más encontrar la forma de chinchar al otro que dar una salida aceptable al galimatías. Así que tenemos a la FIFA en guardia y lo único que hemos conseguido de ella es que trace una línea roja el próximo lunes quince. Y nos queda colgado un partido que para el Barça no es nada, pero que para el Sevilla y el Osasuna puede ser un mundo. Todo un ejemplo de cómo no se maneja una crisis.