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Un partido digno del adiós de Zidane

Fue un partido digno de Zidane, un partido bello, cargado de goles, de disparos al palo, de emoción, de bellas jugadas. Zidane nos dejó unas cuantas pinceladas y un bonito gol, aprovechando uno de los infinitos gloriosos pases que Beckham metió en el área del Villarreal. El inglés aportó más que nadie a la fiesta, ayudado, eso sí, por el persistente descuido del Villarreal en su marcaje; pero hizo uno de sus mejores partidos y metió más balones peligrosos al área que nunca. Y más que nunca fue de lamentar, por eso mismo, la ausencia de Soldado. Tantos balones pedían un nueve de verdad. Y no lo había.

Por ahí se le escapó al Madrid la victoria, pero es lo de menos. El empate deja las espadas en alto para la última jornada, en la que el Madrid aseguraría la segunda plaza ganando al Sevilla (a un Sevilla de regreso de la final de la UEFA, que deseamos triunfante), pasare lo que pasare en el Osasuna-Valencia. Partidos que, dicho sea de paso, no sabemos cuándo se jugarán, porque aún se arrastra el dichoso Sevilla-Barça de la lluvia en el que Teixeira, el mismo que ofició de aguafiestas en la tarde de Zidane, se rajó y dejó que se escaparan sin jugar nuestros eurorrepresentantes porque no les plugo hacerlo.

Por cierto, fue el día del regreso, inmodesto a mi juicio, de Florentino al palco. Hubiera sido más elegante ir al suyo propio, como uno más entre tantos buenos aficionados que no querían faltar en día tan señalado. Al palco presidencial fue invitado de palabra, pero luego no de obra, Fernando Martín, y se dolía de ello. Así que hubo politiqueo en un día que se debería haber afrontado con un espíritu más sano. Era el adiós a Zidane, era el adiós al Madrid Galáctico, a una época hermosa y fugaz. Pero el fútbol sí estuvo a la altura de los acontecimientos y envolvió el adiós del genio con un partido magnífico.