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Algo más grande que el mismo fútbol

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Hace unos años me topé, en uno de esos viajes acelerados que de cuando en cuando se dan, con un tipo tan singular que por el rato que me dio justifiqué el salto. De aspecto ya iba servido: rubio casi albino, más huesudo que flaco pero con pancilla, curioso fenómeno. Brazos largos y un leve tic que le meneaba el cuello sólo un cuarto de vuelta menos que la niña de El exorcista. Quizás exagere en lo del cuello, nada en el resto. Y era más listo que el Licenciado Vidriera, tan sabio que se rompía. A la sazón funcionaba como presidente y dueño de un club próximo a Sao Paulo, su negocio era vender jugadores y engordar, lo retiro que me achuchan los de enfrente, y educar aspirantes para ocupar el sitio de los vendidos y venderlos luego. Sencillito. En un par de horas me soltó una teórica impagable. Para todo tenía respuesta ingeniosa como esos sabios que te encuentras en los poyetes asolanados de cualquier pueblo español. Para rematar sacó de suyo el alboroque y me lo aprendí, dijo: "El fútbol es apasionante, sería maravilloso si no fuera por los noventa minutos del domingo".

Algo de esa música me resulta familiar, como hecha para el Aleti de hoy. Ser de este equipo es una bendición. Y un privilegio. Ser de este equipo es advertir cosas que los demás no entienden. Sé que toca las narices leer esto si no eres de la causa: a amolarse o a afiliarse, no hay más. Es divertido, es valiente -esos niños atléticos-, es poético. Lo escribió Manuel Vicent en El País: la diferencia entre ser del Aleti y ser del Madrid es que los primeros entienden serlo como misión, apasionadamente. Luego viene lo de los domingos, que ya es otro hablar del que habrá que hablar aunque no sea mi tajo, ni ganas. Para hacer bueno lo que digo han venido estas columnas. Por ellas me saludan los nuestros de vez en vez, eso es mucho. Rafa y Jesús me pararon al salir del estadio, la historia de cómo se conocieron camino de Amsterdam es tan atlética que emociona, cualquier día la cuento. En esta casa cabe discrepar, preferir al nueve o al quince, al del palco o al del córner, pero no falta uno cuando hay que estar. Sobre todo en las peores. Con esa forma de entender la lealtad no ha podido nadie.

Empecé a escribir un artículo la noche del 26 de abril. Pero no pasaba de una línea: "Ayer fue 26 de abril. Un día muy importante. Pensadlo". Así que decidí no mandarlo, "corto para el AS", creí. Error: era lo mejor que he escrito).