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Partido de aúpa en el Reyno de Navarra

Lo que le faltaba al partido de esta noche en el Reyno de Navarra era la victoria del Celta en el derby gallego, que le acerca seriamente en la clasificación a los dos contendientes. Osasuna y Madrid saben que aún pueden ser segundos y meterse en la Champions sin examen previo; pero también saben que el Celta está a distancia de reñirles el cuarto puesto y de despeñar a uno de los dos (más fácil al que pierda hoy, claro) al quinto, donde espera la UEFA. Y eso para Osasuna sería un mal menor, o en realidad un logro. Pero para el Madrid sería una mazmorra. Así que más presión para el Madrid.

Y ya se sabe que el Madrid teme sus partidos en Pamplona como a un nublado. Allí se ha generado desde tiempos de la Transición y de la Quinta del Buitre un ambiente muy adverso al Madrid, nacido de chispas políticas y alimentado después con sucesos deportivos que, en el caso de esta nueva rivalidad, todos miramos con lupa, y más que nadie el público del viejo El Sadar, hoy Reyno de Navarra. Y encima el último no hay que mirarlo con lupa. Lo que hizo Roberto Carlos con Valdo estuvo mal, pero peor aún fue la actitud posterior. Dejó leña preparada para aumentar hoy la hoguera.

Además, el Madrid resiste mal la comparación con estos equipos de presupuesto tan exageradamente inferior al suyo, y que sin embargo se le suben a las barbas, en el campo o en la clasificación. El mero hecho de pelear el puesto con Osasuna ya es en sí una derrota moral para el Madrid y le hace salir al partido como en deuda con todos. Frente a eso sólo cabe hacer una cosa: jugar con aplicación y gallardía, sin amaneramientos, y a ser posible bien. Lo que suele hacer Osasuna, vamos. Olvidar el politiqueo y mirar con afecto al balón y a los compañeros. Y después de eso, que gane el mejor.