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El fútbol como juego de instantes

El fútbol es un juego de instantes. Estás produciendo y produciendo durante minutos hasta que se presenta una ocasión de gol. Cuanto más juego produzcas, más oportunidades de gol tienes. Pero el buen fútbol no garantiza más que eso: tener oportunidades. El gol es otra cosa. El gol es el aprovechamiento pleno de la ocasión cuando se presenta. Un aprovechamiento que depende de la seguridad, de la certeza y de la suerte. Sólo ayer falló el Villarreal. Y ese déficit tuvo su ocasión más dramática en el penalti fallado por Riquelme, un penalti que se une a la leyenda maldita de tantos otros penaltis decisivos fallados por estrellas.

Se va el Villarreal, pero se va dejando la mejor de las impresiones posibles. Jugó muy bien, sin atropellamiento, tocando y tocando a la espera de que apareciera la jugada. Y entrando con decisión al remate cuando fue el caso. Desarmó al Arsenal y no se desordenó hasta el punto de no ofrecerle más que una postrera ocasión de contraataque, acabada en el mano a mano de Henry con Barbosa.Jugar así, como lo hizo el Villarreal, sin impacientarse, sin desistir y ante uno de los grandes de Europa, es privilegio reservado a equipos de categoría superior. Y eso fue el Villarreal. Puede estar satisfecho con su impecable imagen.

En fin, que a París irá el Arsenal, digno finalista. Un equipo de autor que ha construido y reconstruido Wenger, uno de los tipos más competentes del fútbol europeo. Eso sí, va a París con el susto en el cuerpo. El 1-0 de la ida le tuvo todo el partido inquieto y al final salvó la prórroga por poco. Por poco y porque tiene un portero cuya presencia intimida y que acumula un extraordinario récord de imbatibilidad en la Champions. Un récord que esperamos caiga en París, a pies de Etoo, Ronaldinho y demás artistas de la compañía de Rijkaard. Pero no adelantemos acontecimientos. Vayamos primero al Camp Nou, donde nos espera otra noche grande.