Alonso vuelve a nuestras pantallas

Vuelve la Fórmula 1. Ya la estábamos echando de menos. A Alonso habrá que agradecerle para siempre que haya interesado al país en una nueva modalidad deportiva, que hasta su aparición se nos hacía muy remota. Demasiado extraña, demasiado tecnológica, demasiado sofisticada. Pero ya nos resulta familiar. Incluso imprescindible. Han bastado dos fines de semana de ausencia para que empecemos a sentir el hormigueo de la adicción no satisfecha. Pero ya está ahí, en la Cinco, que tan bien nos lo transmite. Tanda de entrenamientos libres ayer, calificación hoy, carrera mañana. Y en Ímola, junto a la casa de los Ferrari.

Hace un año fue allí, en Ímola, donde el genial asturiano le aguantó doce vueltas al Káiser sin dejarle pasar. Confieso que yo saltaba de canal cada poco, porque no era capaz de resistir en mi sofá la presión que Alonso sí resistía, impasible, en su monoplaza. Fue desde ese día cuando dejamos de verle como un novato dotado de talento y gracia para verle como un campeón con colmillo suficiente como para no dejarse intimidar por nadie. Y ahora que llevamos tiempo siguiéndole, el nombre de cada circuito nos evoca el recuerdo de una carrera, de unos afanes, de una victoria o de un revancha que quedó pendiente. Nos provoca complicidad.

Alonso es líder muy destacado ya, con tres carreras, pero queda mucho campeonato. Y eso me gusta, porque me hace sentir que podremos revivir las emociones de hace un año. Los que saben de esto nos anuncian fieras evoluciones (me gusta la palabra) de los McLaren, las Flechas de Plata (también me gusta ese apodo) y eso nos pone de puntillas. Otra vez McLaren con Raikkonen, otra vez el bólido azul y amarillo (los colores de Asturias) de Renault con Alonso al mando. Y otra vez Schumacher con su Ferrari decadente. Otra vez la emoción en carne viva de tantos fines de semana del año pasado. Yo lo celebro: ya lo estaba echando de menos.