Vivos a pesar de un tremendo arbitraje

El Villarreal salió vivo de Highbury porque tiene empaque de equipo serio. Nada en sus maneras delata a un principiante llegado hasta ahí arriba gracias a algunos golpes de fortuna y a la confianza de sus rivales sucesivos. Ante un grande, el Arsenal, cuyo ataque está animado por el maestro Henry, en un escenario solemne, bajo el ojo de todo el planeta a través de la televisión, el Villarreal se desempeñó de una forma que nos volvió a llenar de orgullo. Cedió un solo gol y sufrió algunos sustos, pero no se desencuadernó. Ni siquiera consiguió sacarle de quicio el arbitraje, progresivamente más parcial, del austriaco Konrad Plautz, demonio de hombre.

Me dirán que le anuló un gol al Arsenal por un off-side muy ajustado, pero eso no se debió a él, sino al linier. Lo que sí se debió a él fue la omisión del penalti a José Mari, que tuvo que ver inevitablemente, tal y como estaba situado. Las imágenes son inequívocas al respecto. La falta se produce sobre la raya, y la raya es área. Pero lo peor fue lo del último tramo del partido, cuando no pitó nada contra el Arsenal, y sí todo lo que pudo contra el Villarreal. Y la distribución de las tarjetas: cinco para los nuestros (la primera en el minuto dos, para fijar sus reales) ninguna para los londinenses. ¡Y ese final cuando Riquelme iba a lanzar al área...!

Así es el fútbol en las competiciones europeas, aunque rara vez tanto. Pues aun con eso, más Henry, más su fútbol bien armado y dotado de una mortífera aceleración en el último tramo, el Arsenal no traerá más que un gol de ventaja. Gatti, viendo el partido conmigo, me hacía notar lo inquieto que se movía Wenger al final del partido. Y era verdad. No sabe lo que se va a encontrar aquí. Yo sí lo sé, porque lo he vivido: una ciudad entregada, un campo entusiasta, una ilusión descomunal, y el mejor biotopo posible para que rinda el genio de Riquelme. Lo bastante para llevarse por delante a unos cuantos. Por eso Wenger estaba tan inquieto...