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El ánimo de Raúl está apagado

Noche de ases, noche de grandes jugadores. Uno de ellos es, por proclamación oficial (Balón de Oro y Fifa Player) y por aclamación popular, el mejor jugador del mundo: Ronaldinho. Otros dos lo han sido en tiempos no muy lejanos: Ronaldo y Zidane. De un cuarto, Etoo, se espera que ocupe pronto ese trono. Varios otros están (Deco) o han estado (Roberto Carlos, Raúl, Beckham) cerca de esa cumbre. El marco es magnífico, el clima ideal. Se supone que estamos ante uno de los grandes alardes que puede ofrecernos esa fabulosa industria del espectáculo que es el fútbol. Pero algo falta. Falta el ingrediente esencial. El drama.

Muchos puntos de distancia. La seguridad de que la Liga ya es del Barça. La sensación de que el Barça a lo que verdaderamente está es a quitarse de delante dentro de cuatro días al Benfica, para seguir en busca de esa Champions para la que se siente capaz. La desmovilización del Madrid, que si gana mal, porque tendrá que escuchar que justifica su temporada con una victoria ante el Barça (históricamente se ha hecho ese reproche en sentido inverso) y si pierde peor, porque caerá a una distancia sideral del Barça. Y abatirá definitivamente a los últimos optimistas irreductibles, los entusiastas cofrades del Clavo Ardiendo.

Dijo Raúl anteayer en Radio Marca que disfruta viendo al Barça en la tele. Y también que hoy no repetiría aquel gesto de silencio al Camp Nou. Hay cosas que es educado decir, pero que quizá también sea educado callar. El mensaje es tan halagador para los rivales como desalentador para el grupo que él capitanea. Cuando el 6-1 en Zaragoza, Casillas levantó el fantasma de Juanito y casi provoca una remontada. En todo caso, provocó una emoción. Pero ahora Raúl, gastado por el tiempo, extiende un desaliento que no sabe ni quiere disimular. El Madrid se ha construido soñando imposibles. Cada vez veo menos a Raúl en el Madrid.