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El partido que merecía doce goles...

¡Qué partido el de Lisboa! ¡Qué forma de buscar el gol, como si la vida dependiese de ello! ¡Qué ritmo vertiginoso de los dos equipos! ¡Y qué extraordinario resultado final, un empate a cero en un partido que mereció bien la docena de goles, con reparto generoso para el Barça! Resultó particularmente increíble que el Barça no marcara en la primera parte, en la que fue un vendaval que desconcertó al Benfica y provocó no sólo muchas ocasiones, sino claras, muy claras. Y hermosa segunda mitad, en la que el Benfica se rehizo, confiado en sus palos y en su suerte, agarrado a la velocidad de Miccoli y Simao, y mereció a su vez sus goles.

Es admirable este Barça por la ambición con que juega. Le faltaban Puyol, Edmilson, Márquez y Messi, nada menos, además de Xavi, con todo lo que supone este. Jugaba fuera, en una noche europea, frente a un rival contraatacador. Pero no tiene miedo a nada. Si acaso, a aburrirse o aburrir. Y no se aburre ni aburre. Va y va, busca y busca y nada le desanima. Ni los fallos clamorosos, ni los dos palos, que enlazan con aquella leyenda de Berna, ni la amenaza de los bulliciosos atacantes locales, ni la presión del público lisboeta. Y todo eso sin premio. El Barça tendrá que apretar de nuevo dentro de una semana, porque el resultado no es malo, pero...

Es un resultado que pierde ante un empate a uno. Es un resultado que deja al Barça como favorito, pero malogra el hermoso esfuerzo atacante de anoche, que hace inútil un despliegue que hubiera merecido que la eliminatoria quedase resuelta. Queda trabajo aplazado para el miércoles, con el picante de la presencia, entre uno y otro partido, de la visita del Madrid. El del sábado sería un partido intrascendente ante cualquier otro. Un partido para reservar y sestear, como el de Málaga. Pero ante el Madrid, el Barça está obligado siempre, aunque les separe un océano de puntos. Nos esperan grandes emociones en el Camp Nou.