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Último cartucho en el viejo Highbury

Cantaba el Camp Nou: "¡Esto es teatro, Mourinho, esto es teatro!". Y lo era, en cierto aspecto. El teatro de los sueños llamaba Bobby Charlton a Old Trafford. Teatro de sueños es este Camp Nou en el que el Barça vive días felices remolcado por Ronaldinho, que firmó la obra de arte de la noche. El equipo artístico pasa, el equipo físico-táctico se queda. Siempre será más un Ronaldinho que un Mourinho. Por eso este último sabe que tiene que dar que hablar para mantenerse ahí: "Que hablen de nosotros, aunque sea bien", decía el mítico HH. Mourinho está en esa escuela, hace ruido, pero cuando el balón está en pies de un Ronaldinho no tiene soluciones.

Pasa también el Villarreal, que lo tuvo más caro. Primero, porque no tiene a Ronaldinho; segundo, porque el Glasgow Rangers sí tuvo un poderío físico superior, cosa que el Chelsea no llegó a mostrar. El Glasgow Rangers fue la ola que vuelve una y otra vez sobre la roca, empujando y empujando, pegando y pegando. Al final daban con todo: con el pie, con el codo, con la cabeza... hasta con la banqueta daban. Pocas veces habrá sufrido así el Villarreal, pero ya está en cuartos de final, una cota histórica. El Villarreal ya es algo más que un club de fútbol: es un microcosmos feliz, en el que disfrutan jugadores y aficionados. Felicidades a Fernando Roig.

Y ahora el Madrid, en el viejo y venerable Highbury, que pronto entregará sus ladrillos a la piqueta. Sale Ronaldo, o eso piensan casi todos los que están allí, no sé si porque hay señales para pensarlo o porque lo desean con mucha fuerza. López Caro no suelta prenda, pero quizá piense que si el Madrid cae con Ronaldo caerá el Madrid, pero que si el Madrid cae sin Ronaldo el que cae es él. La empresa es difícil, porque enfrente está Henry, al que nadie discute, y Cesc, que la mueve o la esconde, según quiera. La duda es si al Madrid aún le queda capacidad para el perdón colectivo de tanto agravio tonto, para un último esfuerzo común. Esta noche lo sabremos.