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Un equipo respetó el partido; el otro, no

Destrozo descomunal. Este año tampoco ganará la Copa el Madrid, que veía en ella un camino relativamente transitable hacia un título. Un Zaragoza pletórico de fuerza, de juego, de moral, le arrasó. Un equipo enchufado, entusiasta, veloz, sobre todo veloz, frente a un equipo que saltó al campo como si todo se redujera a un trámite, un peldaño más en una escalada triunfal que, bien mirado, escondía el secreto de unos rivales fáciles. El Zaragoza tardará años en olvidar esta noche, que le coloca en la práctica en la final de Copa y que engalana su palmarés. Batió al Barça no hace tanto. Ahora ha arrasado al Madrid con más estruendo.

En algo me recordó este partido a la final de Copa, el Galacticidio (I). Aquel día el Madrid acudió a la final de Copa la noche anterior, mientras el Zaragoza llevaba días en Barcelona preparando el partido. Acudió seguro de su victoria, mientras el Zaragoza había estudiado plan A, plan B y plan C. Ganó el Zaragoza. Anoche, el Madrid retocó el equipo de la buena racha, dejó fuera a Cicinho y a Zidane, demostró respetar más a la Liga y a San Mamés que a la Copa y a La Romareda. El Zaragoza no tuvo en la mente más que ese partido. Atacar con velocidad, atacar con velocidad, atacar con velocidad... La consecuencia es este Galacticidio (II).

Es hermosa la tradición copera del Zaragoza, de la que les hablaba ayer. En esta competición se enchufa y despliega sus mejores virtudes. Parece que algunos no lo saben. El Barça fue sin Puyol y se llevó cuatro. El Madrid moneó con las rotaciones y se lleva seis. Tiene el argumento de dos penaltis no pitados, que son algo, pero el argumento pierde peso ante la ausencia de juego atacante, el aire casual de las jugadas y, sobre todo, ante el cuadro final de un baño en toda regla, la evidencia de una defensa fallona y la verdad esencial de que respetó el partido menos que su rival. Y al Madrid de hoy no le sobra nada. O va con todo o se queda en poco.