Los viejos valores del fútbol inglés

Hace todavía pocos días De la Morena tuvo la buena ocurrencia de desplazar su teatrillo a Liverpool, en una especie de homenaje a lo que hemos dado en llamar Spanish Liverpool, esa cálida reserva de jugador españoles que ha montado Rafa Benítez, desterrado de las incomprensiones de nuestro fútbol. Fue una charla entrañable en la que la idea inicial de homenaje a un grupo de españoles que ponen dignamente sus armas al servicio del Liverpool se convirtió, impremeditada y espontáneamente, en un homenaje al fútbol inglés. A esa manera de ver, sentir y practicar el fútbol que aún se mantiene en la tierra de los inventores.

Todos los españoles estaban satisfechos de estar allí. Les habían chocado ciertas cosas, pero se han adaptado a ellas desde el entendimiento que los valores diferenciales del fútbol inglés son eso, valores. Allí se entra duro, pero lealmente. Allí no vale quejarse. Allí no se pierde tiempo. Allí no se delata al rival. Allí no hay tregua. Allí el público, el árbitro y la prensa se comportan de una forma que al recién llegado le puede chocar, pero que pronto entiende, porque responde a unos códigos honorables. Quizá sea que como ellos inventaron el fútbol, ellos se sienten obligados a preservar sus esencias, a salvo de numerosos influencias externas.

Escuchando el programa recordé el caso de Cantona, que atacó a un espectador y fue suspendido por su propio club antes que por los comités. Eché en falta algo así aquí, en casos como el de Etoo y Clemente, tan reciente. O en el Roberto Carlos y su impresentable actitud el día de Osasuna con Valdo. (En el siguiente partido en el Bernabéu, Roberto fue ¡capitán! del Madrid). El partidismo ciega tanto al fútbol español que nunca se escucha un reproche de un club ni de su entorno a un jugador propio. Nos falta esa mirada generosa del fútbol inglés, donde cada cual es partidario de su equipo, pero todos son partidarios del fútbol.