NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Sobre la jugada entre Cañizares y Webó

De una vez por todas: no hay ninguna obligación de echar el balón fuera cuando un rival se queda en el suelo. Se ha hecho tal uso de esa antigua cortesía que ya es abuso, provoca mil interrupciones en cada partido, da lugar a triquiñuelas de todo tipo y ha acabado por ser una práctica desterrable. El Reglamento no insta a los jugadores a parar el juego. Reserva esa facultad al árbitro, que debe hacerlo sólo si entiende que el jugador caído necesita de atención médica inmediata. Eso lo entiende cualquiera. Toda actividad, del tipo que sea, se interrumpe si está a la vista algún congénere que precisa de atención médica urgente.

Al otorgar esa facultad al árbitro, el Reglamento está descartando ese automatismo que se ha puesto tan de moda, y que ya reclaman los públicos, de echar el balón fuera a la menor caída de compañero o rival. Y tan fuerte es esta moda que ya se ha hecho convicción profunda y llega a provocar el esperpento protagonizado anoche por Cañizares, que se encaró con Webó porque había coronado una jugada en el curso de la cual Marchena se había caído. Por la propia velocidad de la jugada, posiblemente Webó ni lo advirtió. Y caso de advertirlo, no hubiera tenido por qué parar. La actitud de Cañizares fue extravagante.

Se ha llegado a la caricatura de una práctica que nació con la mejor intención, pero que ha degenerado. Me tiro y descanso. Todo mi equipo descansa. Salvamos un ratito de apuro. Devolvemos el balón mucho más allá de donde estaba. El aire edificante que tenía el gesto años atrás ha desaparecido. La FIFA ya introdujo hace tiempo la obligatoriedad de dos minutos fuera del campo para el que tenga que ser atendido, a fin de atenuar estos abusos, pero no ha servido. Lo que se necesita es sentido común. Y parar, y a ser posible porque se anticipe el árbitro, sólo en los casos de verdad graves y urgentes. Que por fortuna son muy pocos.