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Florentino no se adapta al biotopo

El problema de Florentino es que, una vez que lo ha visto de cerca, le repugna el mundillo del fútbol y desconfía de todo el mundo. Para él, los futbolistas son gente que trabaja una hora al día de los 18 a los 33 años, a cambio de mucho dinero, y cuando pasan a entrenadores o secretarios técnicos quieren seguir igual y, claro, así no hay manera. Los periodistas escriben según sean amigos o no de tal o cual jugador, de tal o cual representante (tuvo el cuajo de decirlo en la mismísima comida de prensa de Navidad) y tampoco son referente. Sólo él, el ser superior, con su gabinete de aduladores (a los que da achares por turno) tiene la brújula.

Más le valdría ver a la gente de fútbol como lo que es: la única gente que de verdad sabe de fútbol, ciencia cambiante e imprecisa como pocas, y que por eso mismo merece una aproximación desde la prudencia, no desde el atrevimiento. Y la prensa deportiva es, sobre todo, una prensa exitista, que tiene su vocación (y su éxito económico) en la exaltación de las proezas de los héroes, no en las elegías. Encontrar su cooperación no es difícil. Tanto en un caso como en otro (los hombres de fútbol, la prensa de fútbol) Florentino tiene derecho a opinar como opina. Pero con esa visión del mundillo futbolero difícilmente se puede desenvolver en él.

Y mira que llegó al fútbol con una idea revolucionaria y atractiva: Zidanes y Pavones. Nada de intermediarios. No al mercado de invierno, que es de saldos. Estabilidad en el banquillo. Pero su inadaptación al biotopo le ha descentrado hasta la paradoja de que su club, ejemplar en el arranque de su gestión, ha acabado por incorporar hasta la caricatura los defectos del fútbol que le repugnan. Florentino está sujeto al asalto de listillos sacacuartos (introducidos por Ramón Martínez) que le cuelan cualquier cosa. Y no hay medio en que se hable del Madrid más desacreditado que la propia web del club, cuyas gamberradas han llegado a provocar sonrojo.