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Cuando se pierde el referente moral...

Florentino se marchó endemoniado el sábado del Bernabéu, como tantos otros madridistas. Había echado tantas pestes del entrenador en el palco que el proceso ya era irreversible. Luxemburgo se va y le sustituye López Caro, en su día jugador sin éxito, luego esforzado jornalero de los banquillos que el florentinato captó del Mallorca B (donde tuvo a Tristán y Luque). López Caro ha invertido cuatro temporadas en lograr el ascenso del Madrid B, rebautizado en Castilla para la ocasión. Sus muchachos le llaman El Sargento, porque es un tipo duro, de los que doblan sesiones de entrenamiento cuando hay derrota.

Luxemburgo cae víctima a medias del caos y de sus errores. Del caos no hace falta que les hable, todo el mundo lo conoce. Sus errores han sido, sobre todo, de falta de tacto. El pinganillo, la mala explicación del cuadrado mágico, el exceso de ayudantes de su tierra (el célebre disparate de Paulo Campos) la terquedad en no tirar de Soldado (cuyos goles han encumbrado a López Caro) y sobre todo sus últimos cambios, visiblemente medrosos, le han puesto a la opinión pública en contra y ha llegado el momento en el que el Bernabéu no le toleraba. Su salida no será gratis, porque en la plantilla quedan brasileños agraviados o desconcertados.

Once meses ha estado Luxa y, es curioso, en este tiempo el Madrid ha hecho más puntos que el Barça. Pero esa cuenta no importa. Sólo importa que el Madrid es insufrible porque ha envejecido, porque lleva tiempo entrenando poco a cambio de hacer muchos anuncios y porque desde que se marchó Del Bosque se perdió el referente moral. Los desmanes que él trató de sujetar se los achacaron injustamente a él. Por eso le echaron. Por eso y porque no daba el look. Desde entonces todo ha sido un cuesta abajo en la rodada, hasta este sargento anónimo al que hay que desear lo mejor, porque todo el mundo merece su oportunidad.