Será más fácil en 2016 que en 2020...

Dice Samaranch que mejor en 2016 que en 2020, y dice bien. Madrid entró hace unos años en la carrera olímpica, feliz iniciativa del olvidado Ignacio del Río, y eso dio carrete para que este viejo poblachón manchego se interesara por algo más que el Real Madrid. Aquel impulso trajo a Madrid una tanda de grandes acontecimientos deportivos (entre los que el más notable y exitoso fue el Masters deTenis) y una inesperada ilusión por esos JJ OO 2012. Pero Madrid se enfrentó a las cuatro ciudades emblema de los países que se repartieron el mundo tras la última y más terrible de las guerras (Londres, París, Nueva York y Moscú) y perdió.

Lo que no vale es que ahora Gallardón se desplome. No vale ir a tirar un penalti (que ha forzado otro) y si no entra, abandonar. Menos aún vale convertir la ciudad en un picadillo y aplazar su ilusión a lo que salga en limpio cuando se hayan tapado todas las zanjas, que esperemos que sea mejor. No vale reducir las expectativas de los ciudadanos a que donde hubo calles haya parques, a que donde hubo parques haya aparcamientos, a que las acacias que corté aquí las replanto allá y a que pondré túneles entre esto y lo otro. Parques, calles, túneles, acacias, aparcamientos y lo demás hace años que tenemos. Ordénelos usted como quiera.

Lo que no tiene igual es la ilusión de organizar unos JJOO. Lo que no tiene igual es la sensación, que hoy se nos niega, de que la ciudad tiene casta para levantarse de la honorable derrota de Singapur y perseverar. Lo que no tiene igual es la sensación de que la causa olímpica es una causa ciudadana, no una baza para jugar de forma oportunista por quien especula que eso le va a favorecer en el momento equis ante tal adversario de otro partido o tal adversaria del partido propio. Semejante cálculo envilecería a la causa olímpica, que es intrínsecamente sana. Y envilecería a quien lo hiciera. Y a la ciudad a la que representara o representase.