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Consideraciones al Balón de Oro

Pasó la gala del Balón de Oro, con su estela de glamour y sabor a fútbol. Son ya cincuenta años y, aunque en alguno ha habido motivos para la discusión, si se mira con perspectiva es justo el prestigio de este premio. En la relación aparecen todos los grandes y si aparece algún jugador menor (Sammer, Simonsen) ha sido más fruto de baches de calidad en el fútbol europeo que de injusticias. Por eso, el Balón de Oro ha alcanzado los cincuenta años de tan buen ver, pese a la competencia que le ha surgido, el FIFA World Player, en el que votan los seleccionadores, mientras que en este premio votan los corresponsales europeos de France Football.

Ronaldinho enriquece la lista. Es el mejor jugador del momento. En algún momento pensé que por tratarse de las bodas de oro, este año el premio quizá se apartase de su principio ("el mejor del año") y premiase la impecable trayectoria de Maldini, tan ejemplar, con tantos años en el primer plano como defensa elegante, jamás expulsado. Pero ahora pienso que han hecho bien en mantener su criterio. Y el ganador es el representante más genuino del fútbol como juego, como diversión, como arte. Los valores que representa Ronaldinho son los más deseables y hermosos de este deporte y en ese sentido el premio es un mensaje.

Y un mensaje nos llega a España: sólo un jugador español ha puntuado, y sólo ha conseguido un punto: Luis García. Ningún otro futbolista español ha aparecido en esa lista en la que se otorgan 780 puntos, de los que sólo hemos arañado uno. Conviene reflexionar, ahora que vamos a entrar en año de Mundial, para que sepamos quiénes somos. Y conviene que el Madrid también reflexione sobre su caída desde los 335 puntos de 2002, en plena eclosión galáctica, a los solitarios cinco de este año, aportados por Zidane. Es la expresión fría y numérica de la decadencia de un equipo que fue glorioso, pero fugaz, y que necesita reconstrucción.