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En busca de ese golpe de suerte...

Bueno, pues ahí vamos, a nuestro duodécimo mundial. No hemos ganado ninguno, no hemos pasado del cuarto puesto desde el lejanísimo 1950, pero en el cómputo histórico somos el séptimo país del mundo por resultados en fases finales. ¡Ya quisiéramos decir lo mismo del medallero olímpico, por ejemplo! Con esto digo que no somos de los mejores, pero tampoco tan malos como para sentirnos derrotados de antemano. Somos lo que somos y esto es lo que hay, pero tampoco Francia era nada ni había hecho nada hasta que cazó su Mundial. Claro, que ellos lo cazaron con Zidane y Henry en plenitud...

Eso es lo que nos falta, eso es lo que nos ha faltado siempre: un par de jugadores de verdad extras, que eleven el buen nivel medio de nuestro fútbol. Llegamos a juntar a Luis Suárez y a Amancio y eso dio para una Eurocopa. Pero descontados estos, el remotísimo Zamora y si acaso Gento, este país no ha dado futbolistas grandes. Nuestros mejores deportistas hay que buscarlos en otras especialidades, casi todas sobre ruedas, pero los genios del borceguí han escaseado. De ahí que veamos estas fases finales como una cuatrienal condenade Sísifo: subir la bola hasta la cima de la montaña para verla caer.

En realidad, demasiado ha hecho a lo largo de la historia esta Selección, que ocupa el papel de telonero de nuestro fútbol, cuya pasión siempre ha sido arrebatada por los clubes. De siempre he conocido quienes se alegraban de las victorias de España sólo si los goles los marcaba el delantero de su equipo, y casi las lamentaban si los marcaba el de un equipo rival. En ese caldo de cultivo este equipo sufre y avanza a través de la historia como puede, por las rendijas que le dejan el Madrid, el Barça y demás. Y asiste pertinazmente a las fases finales de la Copa del Mundo, en busca de un golpe de suerte que nunca llega.