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El ciclismo y su estúpida 'omertá'

Otra vez el ciclismo en lenguas. Ahora es el ganador de la Vuelta a España, recordman de la prueba, con cuatro victorias. Ha dado positivo en la contrarreloj del penúltimo día, etapa, por cierto, con record histórico de velocidad: 56,218 kilómetros por hora. Heras habla y, por supuesto, no ha tomado nada. Su equipo habla y, por supuesto, no le han dado nada. El resto del pelotón no denuncia, no se queja de la presunta trampa del presunto ganador. Todos están en el secreto cómplice de un mundillo que tiene sus reglas y que se resiste a desvelar sus secretos, que son secretos de Polichinela.

Manzano lo contó todo y le dieron la espalda. L'Equipedijo en su día que quizá aquellas escalofriantes revelaciones fueran la última oportunidad para un deporte de leyenda. Pues se dejó pasar esa oportunidad. ¿Habrá otras? Es difícil que las haya. Los ciclistas están en poder de druidas que se enriquecen con sus recetas y con el tráfico prohibido de esas sustancias. Todos se envilecen, todos se envenenan, ninguno cobra ventaja, porque lo que hacen todos no da ventaja a ninguno. Los médicos se forran y ellos callan, sufren persecución, deterioran su organismo, pedalean y revientan. Así de estúpido.

Un deporte muy duro, que necesita esto, dicen. ¿Seguro? ¿No sería igual de bonito si no se corriera tan deprisa, con todos limpios? Desde luego, pero, ¿quién tiene la energía moral de ser el primero que vaya con agua clara? ¡Es tan difícil! Y sin embargo el ciclismo lo necesita, porque los patrocinadores huyen (¿qué estarán pensando ahora en la cúpula de Liberty Seguros?) y porque llegará el momento en que las autoridades no encuentren razonable cerrar calles y carreteras para un colectivo envilecido, que se hace trampas a sí mismo porque no sabe romper su esclavitud de unos mengeles de vía estrecha.