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Ronaldinho, Maldini y el Balón de Oro

Estamos en fechas próximas la concesión del Balón de Oro y muchos jugadores aprietan en busca de ese premio. Uno de ellos es Ronaldinho, para mí, unas cosas con otras, el mejor jugador que pisa suelo europeo en este tiempo. Tiene calidad, perseverancia y alegría. Es la mejor publicidad posible para este juego, porque todos los mensajes que envía son positivos. Es amigo del balón, del césped, del público y de las cámaras. Sonríe, ríe, festeja con el saludo del surfista, no ofende en la victoria ni se amarga en la derrota. Ha arrastrado a todo un equipo, a todo un club, con su estilo personal.

Existen jugadores cuya eficacia está fuera de duda. Entre ellos, Lampard, Deco, Ronaldo o Gerrard. O Etoo, cuya marcha al Barça nunca podrá dejar de lamentar el Madrid. Pero dudo que ninguno provoque en el espectador que enciende el televisor el mismo hormigueo que provoca Ronaldinho con su fútbol, tan diferente, tan bello, tan feliz. Ninguno se aleja del resto tanto como se aleja él, ninguno es tan distinto, tan capaz de transformar cada balón en una promesa de fantasía sin precedentes. Para mi gusto, este Balón de Oro no podría encontrar mejor destinatario que Ronaldinho. Salvo, si acaso...

Salvo, si acaso, Maldini. Un defensa, sí, pero ¡qué defensa! Veintiuna temporadas en el Milán, ninguna expulsión, una ristra de títulos como para agotar este artículo, un ejemplo permanente de estilo, de respeto a una idea de juego, a un gran club, al legado de su padre. El Balón de Oro premia al mejor de cada año, no premia una trayectoria. Pero esta que se dilucida ahora es la edición número cincuenta de este prestigioso premio. Eso justificaría, para muchos, que por una vez hiciera la concesión a una trayectoria, y en ese caso, ninguna como la de Maldini. Sólo él puede discutirle el premio a Ronaldinho.