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No consigo tenerles pena

No me gusta que el Madrid haya recurrido la tarjeta a Beckham, no me gusta que el Comité haya accedido a su petición. Pienso que el fútbol tiene que estar firmemente basado en que los actores respeten las decisiones del árbitro como inamovibles. Otra cosa es el derecho y el deber de la crítica a escribir o decir lo que opina sobre los árbitros, como lo hace sobre los jugadores o sobre los presidentes. Pero los futbolistas y los clubes tienen que entrar en el convencionalismo de que el árbitro es respetable en grado sumo, porque sin ese acuerdo no hay fútbol posible. Cada tarjeta que se echa para atrás es una bofetada a un árbitro. Y al arbitraje.

Y es el Comité de Competición, organismo oficial de la Federación, quien hace esto. Resulta chocante. Se rearbitra mucho y se rearbitra por naderías, que no resuelven nada, porque nunca (o rarísima vez) se podrá echar para atrás una decisión injusta que de verdad haya costado un partido, como el no gol del Celta en el Bernabéu. Se enmiendan estas pequeñas cosas, que no hacen sino exaltar la picajosidad del aficionado y elevar a la categoría de verdad oficial la sospecha generalizada de que los árbitros se equivocan. Porque cada vez que un comité federativo corrige a un árbitro está constatando oficialmente que el árbitro se equivocó.

Contra esto sí deberían rebelarse los árbitros, no contra la prensa o contra la web del Madrid. Esto sí les basurea. Pero no se quejan porque ese Comité es del mismo organismo que les regala, les enchufa, les sube, les baja, les amenaza, les utiliza. Por eso y porque saben que están en falta. Saben que hacen muchas tonterías y las hacen porque sí, porque no pueden evitarlo, porque es su ser. Tonterías como la expulsión de Beckham, absurda, inútil y evitable. Luego se llevan la bofetada del Comité y tragan saliva, agachan la cabeza, ponen la mano y cobran su sobresueldo, que es más que el sueldo de un ministro. No consigo tenerles pena.