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Laporta y el discutido cuñadísimo

El cuñado franquista de Laporta se está convirtiendo en un quiste en el Barça, en este Barça que hoy el propio Laporta vuelve a presentar de paladín de la catalanidad. Y en su derecho está, pero ¿cómo compaginar eso con su insistencia en mantener dentro del Barça a su cuñadísimo, franquista sobrevenido en unos años en los que ya nadie se acuerda del franquismo? Bueno, sí se acuerda el Barça de Laporta, que ha apoyado el lanzamiento de un libro, El Barcelona y el franquisme, que recoge todas las leyendas urbanas en las que se basa la imagen de víctima del antifranquismo que tan bien se ha sabido trabajar el Barça desde la transición.

Curioso este Laporta, que el día del entierro de Gensana decidió cambiar su asistencia al entierro por su presencia en el Parlament el día de la aprobación del Estatut. Laporta tiene interés en dar esa imagen de luchador por las libertades catalanas, y en reforzar esa idea de que el Barça es uno de los grandes abanderados de la causa. Pero, ay, mete a su cuñadísimo en el club, miente por mantenerle y cuando le pillan en mentira dice que fue un error, pero que el cuñado sigue ahí. No digo yo que vaya a romper con un familiar por su ideario político, aunque sea tan reprochable y anacrónico. Pero mantenerle es directamente absurdo.

Claro que quizá no habría que extrañarse tanto. Después de todo, quizá Laporta sepa que el Barça no fue ninguna víctima del franquismo. Que el favor Ku-bala fue de aúpa, y que vino seguido de la recalificación de Les Corts. Sabrá que lo de Di Stéfano no es como lo cuentan los propagandistas de la causa, que Juan Gich pasó de gerente del Barça a Delegado Nacional de Deportes y que el Barça vivió durante aquellos años un periodo próspero, sin persecución que valga. Es evidente que en algún rincón de su conciencia tiene bien presente que toda aquella leyenda no es más que una novela al estilo de Robin Hood y Guillermo Tell, pero sin base.