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Me quedé bastante chafado, la verdad

Como soy un optimista sin remedio, o un iluso sin motivos, esperé hasta última hora el gol del empate de Bosnia. No llegó y nos vamos a la repesca. A una repesca fea, sin gracia, en la que nos espera algún rival sin emoción, sin pedigrí, sin nada que cuando le hayamos dejado atrás (porque sigo siendo optimista) nos permita sentirnos felices. Para un caso así yo hubiera preferido Turquía, o Inglaterra, o cualquier enormidad que convocase en torno a los partidos pasión y debate. Porque lo que cada vez soporto peor es la atonía de este equipo, por el que pasan los años y los seleccionadores y nos sigue pareciendo el mismo.

Y encima no me termino de conformar. Porque me parece que esta España, aun siendo un equipo livianito y sin vuelo, era el mejor del grupo en muchos sentidos y debería haber acabado primero. Controló, llegó, remató más que el rival en casi todos los partidos. Pero le costó un triunfo hacer goles, salvo que el rival fuese San Marino. De los diecinueve goles marcados en los diez partidos del grupo, once se los hemos hecho a San Marino. Con los demás rivales, ocho goles en ocho partidos. Y eran equipos un poquito de la segunda división europea. Me queda la siniestra impresión de que si nos coge una selección grande nos abre en canal.

Por lo menos algo hemos sacado en limpio de esta fase: el Niño Torres se ha quitado los malos rollos con la Selección. De repente echas cuentas y ha salido máximo goleador del grupo, no sólo de España, sino del total del grupo. Es el delantero que toda España estaba esperando y por fin aparece. Y Reyes se está viniendo arriba, y ahí también hay jugador de empaque. Luis está dispuesto a abrir el abanico con Senna y Pernía, que ofrecen otras posibilidades. La repesca puede servir para rearmar el equipo, para mejorar lo que falta y descartar lo que sobra. Y luego, a Alemania. En definitiva: soy un optimista incurable. ¿Por qué?