El último icono moral de España
Lo supe el día que debutó en Praga. Ya iba de blanco. Buen presagio. Pero lo mejor es cómo miraba al frente, con sus ojos de águila inyectados en sangre. Ya sé que muchos de sus detractores me recordarán que en Brujas lanzó a la luna el penalti que pudo apartar a la Francia de Zidane de la Eurocopa del 2000, o que tampoco ha sido capaz de llevar a España a una semifinal de un gran acontecimiento. Cierto. Pero el sector crítico olvida que Raúl es, junto a Puyol, el último baluarte moral que le queda a esta Selección que nos tiene desenamorados a base de infidelidades con el buen gusto y el espectáculo.
No me gusta tirar de estadística porque parece que hablamos de baloncesto, pero el currículum de Rulo con la Roja es digno de un homenaje multitudinario en el Bernabéu, organizando un partido entre los nuestros y la cucarachera Brasil en el que hasta Ronaldo y Robertinho acabarían celebrando los goles al estilo ibérico, ya que es hoy el honorable Día de la Hispanidad: gritando gol con la yugular a punto de estallar y dirigiéndose a las gradas al grito emocionado de E-S-P-A-Ñ-A.
R aúl superó en su día a Butragueño, el último icono que nos arrastró emocionados hasta Cibeles tras la noche memorable de Querétaro. Los famosos 26 goles de mi Buitre y sus 69 partidos son una merendilla para este depredador que se ha convertido en un modelo social. No hace falta ser el más guapo, ni el más alto ni el más fuerte. Raúl es un chico de barrio con hambre, ambición, ilusión y sentido del honor. Por eso es el capitán de España. Por eso es ya un R25. ¡Felicidades!