Los callos del amigo Balbino
Recuerdo el primer día de Portillo en su nuevo destino. Estaba despistado, en compañía de su padre. ¿Dónde podemos comer aquí algo decente? Le dije que fuese al Lorena's Restaurant, regentado por mi amigo Balbino, el emigrante. Allí lo mismo te metes una de callos, que un cocido madrileño o una tortilla de patatas. Es un oasis gastronómico en medio de un desierto donde los moules (mejillones), la mantequilla y las coles ocupan la aburrida dieta diaria de los belgas. Portigol es un fijo de este enclave patriótico en Brujas.
Portillo no lo vio, pero ya sabe que el gigantón Ceulemans fue el que mató a España en el Mundial de México 86 con un cabezazo bestial. Recuerdo como Chendo saltó en vano a su lado (se quedó medio metro más abajo) mientras Zubi apenas si podía dejarse caer cuando el balón ya besaba las mallas. Portillo quiere ser recordado algún día por un hecho similar. Él también quiere ser el héroe de la película y en Brujas le paran por la calle para pedirle autógrafos como si fuese un galáctico. No exagero...
El espíritu inconformista de este rebelde de Aranjuez es el que debe iluminar hoy a esta selección de tan pocas luces y tantas sombras. Raúl y Torres deben olvidarse de conjugar el tiempo verbal acostumbrado (presente imperfecto) y deben buscar el gol desde el banderazo de salida. Si a Rubén Cano le inmortalizó el gol que firmó ante Yugoslavia en Belgrado (1977) o a Hierro su gol a Schmeichel en Sevilla (1993), llega la hora de los grandes. Y Raúl lo es.