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La Vuelta en las puertas de Madrid

La cámara de la moto enfoca desde atrás a los escapados y se ve al fondo un cielo color plomo, y me parece una metáfora. Es el futuro oscuro del ciclismo, ese hermoso deporte que ayer pedaleaba cerca de las puertas de Madrid, entre la indiferencia general. Poca gente en las cunetas. Poca o ninguna. Cuando los corredores lanzaban los botes vacíos no se veía la presurosa competencia de manos por hacerse con el recuerdo. ¿Hasta cuándo se quedarán esos botes ahí? Los escapados, los perseguidores, el pelotón, pasaban por poblaciones muy habitadas, en zona de clásica afición al ciclismo, y apenas nadie se molestaba en salir a verlos, a animarlos.

Había algo atónito incluso en la transmisión de TVE, quizá contagiada por la depresión ambiental. María Escario da paso a Carlos de Andrés, que tarda en responder, porque nadie es capaz de enviarle el mismo sonido que usted y yo recibimos en nuestras casas. Luego empieza la transmisión con un análisis del ominoso caso de Santos González, apeado por su propio equipo. Lo único que se saca en claro es que ya el Phonak no se fía de los análisis oficiales. A esto hemos llegado. Y el médico, escondido en el anonimato de aquellos cuyo nombre sólo se pronuncia cuchicheado, ganando dinero a espuertas a costa de intoxicar a estos muchachos.

Los ciclistas siguen pedaleando hacia ese horizonte negro, en el que no saben qué tormenta se fragua. Mientras Carlos de Andrés repite referencias al caso Santos González pienso en el último héroe del ciclismo, Armstrong, enfrentado a la institución que más ha hecho nunca por el ciclismo, L'Equipe. "Volveré al Tour para fastidiar a los franceses", ha amenazado. Viva el deporte. Los ciclistas pedalean hacia la tormenta y otro se apea porque sus pulsaciones están a 230 y es peligroso. ¿Qué médico le atenderá? En Torrelodones la gente se queda en sus casas, no se asoma a las aceras. Y los ciclistas pedalean, infatigables, hacia la tormenta.