A él no se le sale la cadena
Lo bonito del fútbol es que tiene memoria. En la madrugada de ayer andaba hurgando con el mando de la TV (ése sí que manda) y en el Digital + descubrí un vibrante Brasil-Escocia del Mundial 82. De infausto recuerdo para los nuestros, pero que dejó para los restos ese Brasil imperial de Junior, Toninho Cerezo, Falcao, Zico, Sócrates y Eder. No ganaron el título. Ni jugaron la final. Pero dejaron huella. Aquella noche tórrida del 18 de junio, un Benito Villamarín repleto dio fe de la goleada (4-1) a los Strachan, Souness, Robertson y Archibald.
Pero seamos sinceros. De esa canarinha de Tele Santana (curioso, jugaban sin portero ni delantero centro: Waldir Peres y Serginho eran dos petardos) sólo Zico hubiese dado el perfil para que de sus diabluras y filigranas se hubiese hecho una película. Ya sé que Sócrates metía los penaltis de tacón y que Eder tenía una zurda diabólica. Pero las bicicletas de Robinho y sus maniobras orquestales con la pelota en los pies darán para muchas horas de rodaje. Es la diferencia. Robinho es un jugador de todas las épocas. Con Pelé y Garrincha hubiese dinamitado la historia. Cosminho, como le llama su amigo Ronaldo, tiene una ventaja. A él nunca se le sale la cadena...