"Nuestro gran fichaje es el entusiasmo"

"Nuestro gran fichaje es el entusiasmo", ha dicho Sacchi, y le entiendo. Entre el hambre saciada, las derrotas inesperadas y los agravios inescrutables entre unos y otros, la plantilla del Madrid se convirtió en los tres últimos años en un nido de despechos. Ahora se han marchado a Italia la mueca amarga de Figo y el rictus atónito de Samuel. Owen se lleva su rostro de eterno incomprendido al Newcastle. También han salido esos suplentes resignados, que difícilmente podían alimentar entusiasmo en la plantilla: César, Celades, Borja, Solari... "Necesitamos positividad", me dijo un día Sacchi. Y eso lo aportan Baptista, Robinho y Sergio Ramos.

Y hambre. Hambre de títulos, deseo de conquistar el futuro. Florentino llegó al Madrid con la buena idea de un fichaje al año, descomunal, en el que no cupiera margen de error: Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham... Con ellos recompuso la dimensión universal del Madrid. Pero un jugador fichado en su mejor momento garantiza esplendor inmediato, pero decadencia próxima. Y todos empezaron a declinar poco a poco, imperceptiblemente, pero todos a un tiempo. Los citados más Raúl y Roberto Carlos. Al equipo le quedaba clase y empaque, pero le faltaba salud, energía, rebeldía, deseo de ganar y de arriesgar. Cosas imprescindibles.

El Madrid fichó mal el verano pasado. Dos de los que llegaron ya no están. El otro aún no juega, aunque ahora las esperanzas renacen. En resumen, perdió un año. Ahora la impresión es otra. El Madrid ha dado muchas bajas, alguna dramática, como la de Figo, y ha fichado humildad en Diogo y Pablo García, potencia y gol en Baptista, magia en Robinho y firmeza atrás con Sergio Ramos. Y sobre todo se ha rejuvenecido, en cuerpo y alma. Aún quedarán jugadores declinantes en el equipo titular, pero ya no van a estar en mayoría abrumadora. Ahora serán otros los que marquen el ritmo. Otros que tienen un largo futuro por delante.