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...hasta que compareció Robinho

Escucho a Sacchi en Canal +, nada más acabar el partido, esforzarse en convencer a la audiencia de que no había que dar todo el mérito a Robinho. Pues le va a ser muy difícil. A mí, al menos, no me convenció. Hubo un partido hasta Robinho y otro después. En el primero, mandó el Cádiz, que se llevó un rápido sopapo de Ronaldo y no lo acusó. Con la misma alineación de partida con la que ganó el ascenso en Xerez, en la última jornada, con el mismo espíritu, con el mismo apoyo de su público, fue más equipo que el Madrid. Un Madrid sin conductor de juego, sin orden en su fútbol, con jugadores fuera de sitio, con jugadores declinantes.

Ese Cádiz que iba a más había empatado el partido y quería ganarlo. Y podía ganarlo, ante un Madrid muy inseguro atrás por alto, como es costumbre en los últimos tiempos. En eso salió Robinho y todo fue otra cosa. Lo que compareció no fue un excelente delantero al uso, sino una tormenta de pases y regates ante la que el Cádiz se desconcertó, reculó asustado y vio cómo se le escapaban primero las posibilidades de victoria y finalmente el empate. Desde que entró, estuvo en todas las jugadas de peligro. O mejor, nacieron en él. El gol del empate, por supuesto. Y el remate de Helguera al larguero. Y ese disparo violento de Roberto Carlos. Y...

Es un fenómeno especial, el único jugador que he visto capaz de recordarme a Pelé. Tiene todos los compañeros en la cabeza, descodifica rápidamente la jugada y planifica cada acción pensando en el gol. Su espíritu y su talento anima a los compañeros y ese efecto se vio ayer radicalmente, cuando entró en un equipo muerto, casi entregado, sin orden ni concierto, a merced del Cádiz, y convirtió a esa pandilla decaída en un alegre carnaval. El Madrid ha fichado un jugador grandioso, en una edad temprana. Acierto pleno. Los males siguen ahí, el equipo está sin hacer, pero con Robinho y Ronaldo en el ataque eso pierde importancia.