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El singular valor de la Supercopa

La Supercopa me produce sensaciones encontradas. Por un lado, rechazo la pretensión de su propio nombre, que parece esconder el deseo de dirimir cuál de los dos campeones de hace un par de meses debe merecer más consideración. Y no hay tal: el campeón de Liga siempre es más, sin que con ello haya que quitar méritos al de Copa, que en puridad sería el Campeón de España según los clásicos, porque aún es la Copa lo que se sigue llamando Campeonato de España, lejano honor que mantiene por ser más antigua. Pero hace años que en este y todos los países se da por un hecho cierto que el verdadero campeón es el de Liga.

Pero eso no quita para que la Supercopa tenga cierto sabor de título oficial, o si me apuran sabor pleno, porque lo es. No llega, como nos gustaría, como la gran fecha de la reanudación del fútbol oficial, porque la Intertoto y las previas de la Champions la preceden. Pero tiene una luz propia, porque nos recuerda quiénes son los campeones vigentes, porque permite a sus aficiones saborear ese orgullo y porque nos regala dos partidos distinguidos, que destacan entre tanto amistoso, generalmente cameleado con abuso de suplentes. (Muy mal lo del Atlético en Elche, por cierto). Lo que veremos esta noche será fútbol de verdad.

Y el cartel es bonito. En el Betis se sabe que Joaquín está con ganas, Oliveira ha arreglado su berrinche y aparece la novedad de Rivera, un buen organizador de medio campo, rescatado para el fútbol de Primera. El Barça tiene lo que tenía más Van Bommel, jugador que a mí me gusta y que quizá concrete una amenaza más de esas que teme Luis, porque puede poner en riesgo el mando de Xavi en el equipo. Betis y Barça hicieron el año pasado un fútbol vistoso y agradable, además de bueno y esta noche empezarán a decirnos cuál es su pulso para la temporada. Arbitra Daudén. Síganle con atención. Ya vieron lo que hizo Mejuto en el Carranza.