¿Nacido para jugar en Italia?
Me ha dolido como si Roy Keane me hubiese entrado con los dos pies por delante. Luis Figo, el hombre que cambió la historia hasta convertir la Sala de Trofeos del Barça en el lugar más seguro del mundo (ahí no entró nadie durante cinco años), apuñaló el corazón de los madridistas al soltar esta fresca en Milán cuando le preguntaron si era verdad, como afirmó Florentino al ficharlo en el año 2000, que había nacido para jugar en el Madrid: "Yo pienso que nací para jugar en Italia y acabar aquí". Sonrió a mandíbula batiente. Ese ventajismo escénico lo hubiera entendido si el Madrid le hubiera obligado a irse al Inter. No ha sido el caso. A Luis le restaba un año de contrato y no ha querido cumplirlo. La suplencia duele, pero un gladiador como él debió quedarse y sacar a Luxa ¿de su error? Claro, es más fácil llamar al presidente (siempre tuvo línea directa) e insinuarle que si se le garantizase la titularidad...
Decepciona que un futbolista tan honesto en el campo haya sido tan vengativo en su adiós. No le costaba nada haber sido un caballero, como lo fueron Butragueño (también dejó el Madrid con 32 años siendo un mito y no dijo ni Pamplona), Fernando Redondo (¡éste sí que tenía razones para rajar y no lo hizo!) o el mismo Solari. Lástima. Ahora entiendo por qué mi amigo Toñín me dijo siempre que no terminó de querer a Figo "porque nunca besó el escudo del Madrid". Luis, que sepas que en la pared del dormitorio de mi casa del pueblo hay un cuadro enorme, acristalado al vacío, con la camiseta tuya del Real Madrid que me firmaste en el hotel Convención. No la descolgaré jamás. Sigo venerando al Figo futbolista. Pero el Figo persona es lo que es. Un ególatra más...