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El riesgo crítico del 'maximum attack'

Alonso rodaba en zona templada, segundo, con Raikkonen bastante lejos por delante y Schumacher, a su vez, bastante lejos por detrás. Todo iba encaminado a un buen segundo puesto, dos puntos cedidos de ese amplio granero de veintiséis que para entonces disfrutaba de ventaja. Quedarían veinticuatro, a falta de siete carreras. Buena ventaja y a esperar días mejores para volver al primer escalón del podio. La carrera estaba más atrás. En Button, que achuchaba a Schumacher, en la zona UEFA, en la que se batía Fisichella, y en Montoya, sobre todo en Montoya, que salió último, con diecinueve por delante, y acabaría segundo. ¡Qué tío!

Así estaban las cosas, con Raikkonen arriba, rodando en tiempos espectaculares, ganándole décimas y más décimas a Alonso vuelta tras vuelta. Maximum attack, como él gusta decir. Hasta que el coche se le paró de repente. Otra vez el problema hidráulico. Otra vez Raikkonen con el coche roto, como en Silverstone y en Magny Cours. En las dos anteriores le ocurrió en los entrenamientos, lo que le costó diez puestos en la parrilla. Ayer, en la carrera, que es peor todavía. El McLaren corre más que el Renault, sí, pero es menos fiable y esa cadena de averías contrasta con la impecable seguridad del equipo de Alonso.

¿Tiene culpa Raikkonen? Lo debatieron ayer los comentaristas de Telecinco, cuyas transmisiones nunca dejaré de alabar. Para De la Rosa, no. Achacaba los fallos reiterados a alguna mala partida de material, ya que el coche hace unos pocos meses no se rompía y el motor es el mismo. "Pero sólo se le rompe a Raikkonen, no a Montoya", le acosaban. Tanto da. El caso es que Alonso ganó y eleva su ventaja a los 36 puntos, lo que supone que aun ganando Raikkonen las siete carreras que quedan y quedando él cuarto en las siete (es decir, sin volver a pisar el podio) ganaría. Esto está en el bote, aunque dé miedo decirlo tan pronto.