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Pues a mí me gusta el anuncio del Atleti

El anuncio del Atleti ya es un clásico de cada verano. Un anuncio siempre polémico y llamativo, que cada año espero con interés porque viene a ser el grito que cada doce meses da el Atlético reclamando atención, expresando su sentimiento. Siempre se discute. El de este año me parece que se discute más. Un inmigrante ecuatoriano escribe a su familia y pinta su vida en Madrid mucho mejor de lo que es; falsea sus condiciones de vivienda transporte y trabajo, una realidad dura que transforma en algo mágico e ilusionante en su mensaje a los seres queridos dejados al otro lado del charco. Pero termina con una verdad: el Atlético.

Así que el anuncio presenta el sentimiento Atlético como la verdad final de un mensaje que no cuenta verdades, sino ilusiones, que confunde deseos con realidades, pero que funde el mundo onírico con el mundo real en una pasión especial, la del Atlético de Madrid, justo el club que mejor sabe ponerle al mal tiempo buena cara. El Atlético se explica así una vez más como un sentimiento distinto, una aspiración que es un valor en sí mismo, aunque no se materialice en victorias. Del mismo modo que la aspiración del inmigrante a una vida mejor es un valor en sí misma, una ilusión de la que vivir a la espera de días mejores. Que llegarán.

Porque, en su mensaje, el inmigrante no hace más que anticipar su futuro, un futuro mejor que aún no es, pero que será. Y mientras tanto tiene el Atlético, con cuyos afanes se integra. Me gusta el anuncio. Porque se discute, como los anteriores, y eso hace mayor su alcance. Porque identifica al Atlético con ilusión, con pelea contra las dificultades. Y porque abre la entraña del club a los nuevos españoles, que ven recogidos en el spot sus afanes con simpatía y complicidad y que son llamados a formar parte de algo tan de aquí como es el Atlético. Otro acierto. Sólo espero que sobre el campo no se enfríe otra vez el buen efecto de cada verano.