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El futuro de Madrid en la carrera olímpica

Las pasadas navidades le pregunté a Gallardón qué sería de las ambiciones olímpicas de Madrid si perdiéramos en Singapur, que nos quedaba todavía a siete meses vista. Su idea era dar el paso atrás. El razonamiento, más o menos, era este: si no ganamos, será porque ganen París o Londres (como así ha sido); después de eso, con la ley no escrita de saltear continentes, y con la inminente entrada de África (Suráfrica) en la rueda más un paso previsible por América, los JJ OO no volverían razonablemente a Europa hasta 2024. Demasiado tiempo. Según su criterio en aquel momento no merecería la pena insistir por ahora, sino quizá regresar mucho más tarde.

Pero no va a ser así. El empeño ha cautivado a cuantos han estado en él y más allá de algunas mezquindades con que nos encontramos al regreso, todos los que estuvimos en Singapur sacamos la idea de que Madrid ha estado tan cerca que eso crea un verdadero compromiso. La idea ahora es optar a la próxima convocatoria, quizá sin echar tanta carne en el asador, con el fin de estar en una buena posición a la siguiente. Porque ahora se piensa que el nivel de complejidad de los JJ OO ya es tal que sólo ciudades y países de muy primer orden los pueden organizar. Y así probablemente no haya que esperar al 2024, sino sólo hasta el 2020, para que regresen a Europa.

Y ahí podía estar Madrid, que sería candidata por tercera vez consecutiva. Claro que no va a ser fácil. Esta era una buena ocasión, porque la fuerza de Samaranch todavía era muy grande en esta convocatoria, y bien que se ha notado. Dentro de ocho años será otra cosa. Pero si se hace todo bien, con programación, hay tiempo para ir creando lobby, para meter algún personaje nuevo y fuerte en el COI, para establecer una estrategia, en fin, de altos vuelos. Algo que compense la falta de ese peso tremendo que hoy aún tiene Samaranch. Pero lo que está claro es que después de ver que es posible, de ver lo cerca que se ha estado, ya nadie piensa en abandonar así como así.