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Sobre Hierro y el valor de los símbolos

Ahora que Hierro ha anunciado que se retira del fútbol el Madrid le ofrece el inminente derby como ocasión de despedida. Saldrá a hacer el saque de honor. Ha sido uno de los jugadores de verdad grandes en la historia del club, uno de los más grandes en su historia reciente, y desde ese punto de vista el abrazo final es merecido. El aficionado que tanto ha agradecido sus cortes in extremis, sus desplazamientos largos de balón, su presencia ganadora en el eje del centro del campo o, más veces, en la defensa, tendrá así la ocasión de dedicarle un último aplauso. Una de las cosas que me gustan del Madrid es que ha sabido cuidar sus símbolos.

Y sin embargo este caso me crea dudas. Hierro se fue mal del Madrid. Lideró una patética revuelta de consentidos cuando el equipo ganó la última Liga: que si este periodista aquí, que si esta Cibeles allá. Se marchó exigiendo quinientos millones de pesetas como contraprestación a unas promesas de renovación que se esfumaron por su mal final de temporada y por esa actitud borde y caciquil. Luego aún pidió más dinero por el sobreentendido de un partido de homenaje, que el club creyó que estaba liquidado en el generoso finiquito. Pleiteó en los tribunales por ello. Dos años después, tras un paso fugaz por Qatar y el Bolton, viene este homenaje.

Está bien que el club cuide sus símbolos, pero el primer símbolo es el propio club, su propia autoestima. Su sentido de la justicia. Nada que ver el trato de perdón generoso que se le ofrece a Hierro con la cutre inquina con que se trató a Del Bosque, tras muchísimos más años en el club. También a él le garantizó la renovación Florentino, y en público, en la celebración de las bodas de oro de Radicogaceta de los Deportes. No exigió compensación, ni homenaje, ni nada, y nada se le dio. A Hierro sí. ¿Por qué? Será porque este club no tiene brújula, o porque aún operan filias y fobias personales, lo que viene a ser lo mismo.