Futuro perfecto, futuro imperfecto

Las emociones de Montmeló me obligaron ayer a retrasar un día este artículo, que empieza a ser una despedida de un campeonato de Liga que el Barça ha dominado desde el principio hasta su próximo fin. Luxemburgo dice en este mismo periódico que la Liga aún no está acabada, y es verdad. Quedan tres partidos. Pero que el Barça, que se paseó por Mestalla, pierda uno de ellos y empate los dos restantes, lo veo francamente inverosímil. El fenomenal disparo de trivela de Ronaldinho fue para mí el primer renglón del último capítulo de la Liga. El penúltimo ha sido ese esforzado acoso del Madrid, bien resistido por el Barça.

Durante el partido de Mestalla me llamó un amigo madridista: "Te confieso que cada vez que veo jugar este año al Bar-ça, me hago de ellos. Luego, entre semana, me repongo". Y es que el Barça ha jugado realmente bien, con un fútbol ligero, inspirado, abierto, insistente, bello para los ojos y útil para el marcador. Su título, que doy por descontado, tiene un tufillo feo por los empujoncitos arbitrales, tan gratos, supongo, a Villar. Pero también ha sufrido el lastre de una oleada inaudita de lesiones graves en la primera vuelta. Vaya lo uno por lo otro y rindamos homenaje al estilo de juego que se ha impuesto en esta Liga: el más bello de todos.

Al Barça se le presenta un buen futuro. Tiene un líder sólido en Rijkaard, cuya flema sobrenada en las buenas, en las malas y en las regulares. Tiene un grupo de jugadores en buena edad, Puyol, Deco, Xavi, Etoo y Ronaldinho, que garantizan varios años de equipo serio. Por contra, en el Madrid el núcleo galáctico está cargado de años y el liderazgo en la reconstrucción está muy repartido entre Florentino, Butragueño, Sacchi y Luxa. Entre sus dimes y diretes ya se ha ido Van Bommel al Barça. El buen final de Liga (debido a Casillas y Ronaldo) puede mover a engaño sobre las necesidades de la plantilla. Y el futuro empieza mañana.