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Beckham y los prejuicios

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La primera vez que visité Inglaterra me sorprendieron las inglesas, por guapas. Algunas inglesas, se entiende. Y advierto que no fui a hacer un censo, sino a aprender el genitivo sajón. Desconozco con qué extraño prejuicio había viajado hasta allí. Confirmé mis sospechas sobre la belleza británica en un torneo de Wimbledon, al ver al staff femenino de la organización. Y pude estudiarlo con detalle, ya que una de esas chicas irrumpió en la final como Dios la trajo al mundo, y la trajo con todos los extras. Muchos años después conocí a un inglés, Phil Pickering, y nos hicimos buenos amigos, aún lo somos. Volví a sorprenderme cuando descubrí que no le apasionaba el fútbol y ni siquiera se chafaba las latas de cerveza en la cabeza. Al contrario,es un tipo elegante, educado, guapo asqueroso y fiel.

Viene a cuento esto porque creo que Beckham va camino de liberarse por fin de los prejuicios que provocaba en muchos su origen y su aspecto, su belleza y su dinero. Al poco de llegar a Madrid ya se supo que se trataba de una persona exquisita, atento con los aficionados y los periodistas. Sin embargo, ha costado mucho que se le acepte como buen futbolista. Incluso en sus buenos partidos siempre hay quien le achaca no ser un genio. Aunque cada vez son menos. Y me alegro. Hace tiempo que me convertí en un defensor de Inglaterra (Phil es más fuerte) y fanático de Wimbledon. Aunque sigo sin recordar quién jugó aquella final.