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Cofradía del Clavo Ardiendo: peligro

La Cofradía de Fieles del Clavo Ardiendo, que ideó Míchel, alentó Roncero y capitanea Gatti, sufre esta noche el más serio ataque desde su fundación: la visita del Villarreal al Bernabéu. El Barça tiene anotada en rojo esta fecha en su calendario, porque sabe que en este partido puede tropezar el Madrid y se acabó la caza. El Villarreal juega realmente bien. Tiene una solidez imponente en lo que Luis definió con tino como pasillo de seguridad, lo que en otros tiempos hubiéramos llamado columna vertebral del equipo. Apunten: Reina-Gonzalo-Senna-Román-Forlán. Y tiene un entrenador bueno y con gran gusto por el buen juego.

En realidad, este equipo es obra de dos hombres que nos visitaron ayer y que nos hicieron pasar un rato bueno e instructivo: Fernando Roig y José Manuel Llaneza. De ellos y de los colaboradores que supieron buscarse. Con un enorme acierto, dicho sea de paso. Por ejemplo, Pellegrini, el entrenador del año en este país. "Buscábamos alguien que hiciera al equipo jugar bien." Porque esa es la marca que Roig quiere vender: el buen juego. Por eso edifica el equipo en torno a Román Riquelme y por eso se fijó en Pellegrini, por la forma bella y suelta con que había hecho jugar en Argentina al San Lorenzo y al River Plate.

Eso es lo que me gusta del Villarreal: su determinación de jugar bien, todo un acierto, por más que muchos aún lo duden. Frente al buen juego se alza desde hace años la doctrina del patadón, la presión y el choque, como más resultadista. Pero es mentira. Nadie ganó más mundiales que Brasil y es bueno recordarlo, ahora que el mourinhismo anima a los cascoteros. Por eso celebro este Villarreal, que en la UEFA murió en su ley, hilando jugadas hasta el último instante. Ese es el equipo que hoy se asoma al Bernabéu y a las pantallas, que busca y merece un puesto en la Champions y que amenaza a los entusiastas cofrades del Clavo Ardiendo.