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Luxe y la teoría de los extremos

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Vanderlei Luxemburgo tiene un indudable poder de seducción. Y no hablo del porte (no aparenta 52 años, quizá 48, sensible diferencia), sino de las formas, los gestos, el apasionamiento con el que defiende sus ideas, su compromiso, su cercanía, su absoluta convicción de que acabará triunfando. Esa vehemencia se comprueba, por ejemplo, cuando defiende su particular teoría sobre los extremos, cuando explica que el jugador de banda es un especialista en desuso, que nadie en el fútbol mundial juega ya con extremos excepto el Manchester y la selección holandesa, ¿para qué limitar a un gran jugador a una parcela tan reducida del campo cuando puede repartir su influencia por otras zonas?, se pregunta y pone de ejemplo a Robinho, al que descubrió como goleador al liberarle de la banda, 20 tantos con el Santos. Y destino parecido (el reciclaje hacia la polivalencia) les espera a Joaquín y a Reyes si acaban fichando por el Madrid. Aunque escucho atento, no estoy de acuerdo con sus ideas. Creo que el reducido número de extremos en el fútbol mundial es, simplemente, consecuencia de la escasez de talento. No es que el esquema haya expulsado al extremo, sino que la táctica se ha adaptado a su ausencia. Comparto con Luxa que ningún jugador ha de estar recluido, pero entiendo que un extremo con desborde es un arma que multiplica al delantero y a los centrocampistas avanzados, el camino más corto para abrir las defensas contrarias. Un buen lateral no lo sustituye, ni tampoco se puede pretender que Raúl, Owen o Ronaldo incidan por banda como un especialista. Me gusta esa romántica idea del fútbol total, pero se quiebra con los jugadores mediocres, y aún los hay. Esa es, en el fondo, la revolución pendiente.