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Cómo un linier llega a figura mediática

Llevo tantísimos años yendo al fútbol y nunca antes me supe el nombre de un juez de línea. Siempre vi en esa función a tipos discretos, aspirantes a árbitro, que viajaban con un colegiado de categoría superior para hacer sus prácticas, desde la banda, en los campos en los que más adelante tendrían que verse arbitrando. Tipos discretos y sufridos, a tiro de paraguas y escupitajos, que corrían la banda incesantemente para administrar un código con dos leyes: fuera de banda y fuera de juego. Auxiliares del árbitro, que les consultaba con la mirada cuando lo juzgaba preciso y luego decidía por sí mismo. No pretendían darse la menor importancia.

¿Cómo llegar a famoso desde tan precaria posición? Guruceta irrumpió con fuerza en la vida nacional señalando un penalti fuera del área en el Camp Nou, a favor del Madrid, nada menos. Brito Arceo repitió la suerte, aunque ante el Sevilla, que no es lo mismo. Pero ellos eran árbitros. ¿Qué puede hacer un simple linier? Los genios de la FIFA lo resolvieron. No hace mucho decidieron darle mayor importancia a este cuerpo, que convirtieron en un destino en sí mismo y dejó de ser tránsito hacia la condición de árbitro. Y establecieron que en caso de no ver el árbitro una jugada y sí el linier (ahora asistente) se debía seguir el criterio de este.

Desde aquello, un linier puede ser tan famoso como un árbitro. Basta con que se invente penaltis, esos que el árbitro no ha podido ver porque no han existido ("no me jodas, Rafa, ¿penalti de quién?" decía angustiado Mejuto, el día en que Rafa Guerrero empezó a construir su fama ¿recuerdan?). Desde entonces todo ha sido coser y cantar. Ahora es figura mediática y rueda anuncios, y renueva su fama con sólo hacer de cuando en cuando un disparate como aquel de Zaragoza, como éste de Santander. De ahí al Gran Hermano VIP sólo hay un paso. ¿Y Villar? Bien gracias, De aquí para allá, con sus dietas. ¡Y aún hay quien dice que es tonto!